Más pobreza y el mismo olvido, el panorama a un año de la tragedia de Tasajera
En el primer aniversario de los 45 jóvenes que murieron quemados mientras saqueaban un camión cisterna, el desempleo y la falta de servicios públicos de calidad aumentan.
“De recuerdo solo quedan, aquellos que se quemaron”, dice la canción de Carlos Araque al recordar a los que murieron calcinados en Ovejas, Sucre en 1950; y es tal vez la misma melodía, aunque con tonos distintos, la que 45 familias de Tasajera, Magdalena entonan al saber que se cumple el primer aniversario del accidente donde un camión cisterna que transportaba 5.950 galones de gasolina se incendió mientras que 120 personas lo saqueaban.
Todo ocurrió en la mañana del lunes 6 de julio, el vehículo repleto de hidrocarburos se volcó en el kilómetro 47 vía Barranquilla – Ciénaga, y de inmediato se regó la noticia lo que convocó a personas entre los 15 y 33 años que con balde en mano empezaron a extraer el químico pero con tan mala suerte que una chispa que se originó desde la batería provocó el inicio de las llamas.
Allí en el sitio del siniestro murieron 7 personas y en los 15 días siguientes fallecerían 38 más en clínicas de Santa Marta, Valledupar, Bogotá y Barranquilla, varios con quemaduras en el 80% y 90% de su cuerpo y otros con efectos del COVID-19.
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Las llamas acabaron con la felicidad de un pueblo que aunque en pobreza aprendían a sobrellevar las pocas oportunidades laborales y la falta de servicios públicos. En ‘Carrizal’ y ‘La 40’, la vida jamás volvió a ser igual, fueron 2 semanas donde en una sola calle alcanzaron a velar a 10 fallecidos, miembros de una misma familia.
“Esto fue lo más grande que ha sucedido en este pueblo. De 66 años que tengo nunca había visto una tragedia como la que vi ese día. Esos niños sin ojos, la piel cayéndose. Eso parecía un matadero con esas pieles que nadaban en el hospital”, cuenta Emperatriz Vargas, quien con un sabor agridulce vio morir a un nieto así como la recuperación de su hijo.
Las necesidades insatisfechas de la comunidad
De acuerdo con datos de la alcaldía de Puebloviejo, el 90% de población vive en una informalidad laboral y solo el 1% de los bachilleres acceden a la educación superior, es una realidad que no cambia a pesar de las promesas hechas posterior al accidente. El acompañamiento de la gobernación terminó tan pronto se recuperó el último sobreviviente y el gobierno central no respondió a pesar del llamado de S.O.S.
“No nos dejen solos en esta recuperación del tejido social. Le hago un llamado a la empresa privada, la clase política y a los gobiernos para que nos ayuden porque en un municipio de sexta categoría es poco lo que podemos hacer para satisfacer las necesidades primordiales, el presupuesto es corto”, precisó Fabián Obispo, alcalde municipal.
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Al mandatario le parece increíble que una población que logró el impacto nacional siga en el anonimato y el abandono estatal. “Quedaron viudas muy jóvenes, niños pequeños y sobrevivientes con pocas posibilidades de trabajar, por eso buscamos alternativas para beneficiarlos en primer lugar a ellos con la estrategia ‘Puebloviejo progresa con emprendimiento’”.
El proyecto, que se encuentra en fase de licitación, busca la creación de 77 unidades productivas entre ellas ventas de hielo, misceláneas y la comercialización del pescado.
Un dolor que se actualiza
Rosa González Mejía daría todo lo que fuera para que su hijo, Eduar González de 24 años, no hubiese encontrado la muerte disfrazada en una facilidad económica. “Esta noticia fue muy horrible para mí, me quedé sin hijo. Él me ayudaba, él estaba pendiente de mí, ahora ya no lo tengo aquí porque la muerte me lo arrebató”, dijo la mujer entre lágrimas.
Los cuerpos de Eduar y 3 de sus primos, no fueron entregados enseguida, pues, tuvieron que ser sometidos a un estudio de Medicina Legal para confirmar su ADN, y esto alargó la esperanza de Rosa, quien quería creer que a lo mejor el joven estaba en alguna clínica sin poder ser reconocido por las quemaduras.
“Este es el golpe más fuertes que he recibido en mi vida, uno para el que nunca me preparé… Cada vez que yo escucho que un carro se voltea en la vía, en mi mente se vienen esas imágenes y le digo a la gente que no vayan para allá”, dijo Rosa.
Huellas de la pobreza
Jorge Orozco, hoy narra su historia como una segunda oportunidad de vida, y recuerda el momento en que su ropa se empapó de gasolina y cómo las llamas lo alcanzaron. Cerca del 60% de su cuerpo sufrió afectaciones que obligaron la realización de 10 cirugías.
Orozco se gana la vida como vendedor ambulante en el peaje de Tasajera y por la pocas ventas producto de la pandemia, ese día creyó que con una o dos pimpinas que lograra sacar, ya garantizaba la comida del día.
“Lo hice por necesidad… Sentí cómo el fuego se subió por las piernas, entonces traté de correr para el otro lado de la carretera y cuando salgo a la vía ya no tengo ropa puesta. Por fortuna pasó un carro rojo que me apagó”, agregó Orozco.
Hoy ante la falta de dinero en su casa, tiene que salir a realizar lo mismo que hace un año, a pesar de las extracciones de piel y los 4 meses de intubación. Jorge cada día enfrenta un dilema, si comprar los medicamentos para seguir la recuperación o llevar alimentos a su casa.
La comunidad sigue a la espera que las promesas pronto se puedan hacer realidad.