El clamor de habitantes que viven cerca al páramo de Pisba al procurador Fernando Carrillo

Un corredor humanitario por la ruta libertadora, piden los campesinos de Pisba y Socotá al Gobierno Nacional.

Después de caminar tres días por la ruta libertadora por pleno páramo de Pisba y luego de cinco horas de recorrido en bus de Socotá a la capital boyacense, don Héctor María Pinzón, adulto mayor, se encuentra sentado en una silla: agotado, pensativo y con voz templada dice: “Decirle al señor procurador que nos tenga en cuenta, que nosotros también somos colombianos, y hemos nacido y fuimos criados en esa vereda”. 

El pedido del señor Pinzón, que llegó con su sombrero bien puesto y su ropa desgastada se debe a la medida preventiva que la Procuraduría pidió a Corpoboyacá y a Corporinoquia, para que suspendiera la construcción de una carretera en la zona de amortiguación del Páramo de Pisba.

Otro campesino de la zona es José Tiberio Aldana, quien dice que camino desde su vereda solo nueve horas, para decirle al Gobierno que su comunidad es consiente que el páramo es un recurso que deben cuidar, pero que es menester una vía para cubrir sus necesidades básicas. 

“Queremos que el Estado también sea consciente con nosotros y que se nos dé como regalo del bicentenario, ese camino”, dice el señor Aldana quien insiste que el no hacerlo es violarle sus derechos.


 

Los líderes campesinos que llegaron a Tunja dicen que el camino de la ruta libertadora tiene tramos de herradura donde hasta las bestias o animales se lesionan y los alimentos llegan inservibles para comercializar o consumir. “Si traemos unos aguacates en una mula llegan todos espichados a nuestros hogares y eso para qué. Nos tocar botar todo eso”.  

Los campesinos que habitan en el Páramo de Pisba desde hace más de 50 años, mucho antes de que se delimitara reconocen que se le está realizando mantenimiento al camino libertador a pica y pala porque ninguna de las entidades del Estado sabe ni preguntan por sus necesidades. 

 “Para sacar los enfermos de allá nos toca en un chinchorro y en una fresada con unas dos varas y al hombro”, cuenta el señor Pinzón.

Solange Rincón, es ingeniera ambiental y habitante de Socotá, ella también camino largas horas para llegar a Tunja, afirma que cuando las comunidades hacen parte de un ecosistema como el páramo de Pisba, la solución no es excluirlas de los servicios ecosistémicos para protegerlos sino que hagan parte del cuidado ambiental. 

“La solución sería tener en cuenta al campesino para sacarle leyes ambientales y hacerlo parte de la conservación. No podemos pretender que un campesino comprenda el complejo funcionamiento de los ecosistemas cuando se les niega el derecho a la educación, entonces no podemos pretender que sepan empíricamente qué es más importante: un bosque o tener una vaquita”, insiste la joven Rincón.

A propósito, los niños de las veredas que se encuentran ubicadas en la zona de Páramo o al otro extremo del mismo deben caminar largos trayectos para ir a sus colegios. 

“Los niños deben desplazarse a pie cuando hay un evento (…)  contamos que el municipio está a 36 kilómetros de distancia por vía de camino de herradura”, dice José Modesto Gómez de la vereda de Pueblo Viejo.

Luciano Torres, quien dice no puede comprender como un habitante de su propio territorio, denunciara la supuesta construcción de la vía en el Páramo de Pisba, advierte que si es necesario su comunidad llegará hasta la Plaza de Bolívar Bogotá a protestar por un derecho que les pertenece. 

Por su parte el alcalde de Socotá, quien se encuentra en el centro de la polémica, pidió que desde el Gobierno Nacional se autorice un corredor humanitario por la misma ruta libertadora que permita garantizar los derechos mínimos de los campesinos de las veredas que están en Pisba.  

En los próximos días Corpoboyacá entregará un informe detallado de su visita a la vereda Pueblo Viejo, zona de amortiguación del Páramo, en donde se espera conocer si la obra tocó o no el parque natural.