Pastoral Social de Tunja alerta explotación laboral de venezolanos en Boyacá
Ciudadanos del vecino país llegan a la pastoral diciendo que empleadores no les pagan, los explotan por sueldos muy bajos y a veces se retribuye su trabajo con algo de comer.
Aunque no se conoce una cifra consolidada de venezolanos que se encuentran viviendo en Tunja, Boyacá por ser una población flotante, el padre Marco Antonio Gil, director de la Pastoral Social de la Arquidiócesis en esta región del país, asegura que pueden llegar a las cuatro mil personas.
El padre Marco advierte que ciudadanos del vecino país llegan a la pastoral manifestando que sus empleadores no les pagan, los explotan por sueldos muy bajos y en ocasiones se les retribuye su trabajo con algo de comer.
“Han llegado a la oficina manifestando que los emplearon en construcción o en otros menesteres y después no les pagan. Les dicen: denuncien y como ellos no tienen papeles para trabajar, algunos entrar con visa de turista y otros son ilegales, ante esto pues dejan así”, explica el religioso.
Cuenta que el viernes de la semana pasada a su parroquia llegó una señora pidiendo colaboración para devolverse a Venezuela y le contó que había trabajado dos meses y que prácticamente no le habían pagado el salario sino una cosa mísera y algo de comer.
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Explotar extranjeros es un robo
La Iglesia Católica a través de la Pastoral Social atiende por día nueve venezolanos que llegan en busca de una atención después de largas caminatas desde Norte de Santander, algunos se quedan en Tunja otros siguen su camino a Bogotá o a países como Perú, Ecuador y Chile.
“Yo he salido a 65 las parroquias de Boyacá. Muchos párrocos están colaborando, por ejemplo en los municipios de Aquitania, Samacá, Toca muchas personas de buen corazón ayudan”, dijo.
Aunque reconocen que hay personas de buen corazón, otras se aprovechan de ciudadanos venezolanos que llegan en malas condiciones de salud, con sus hijos en estado de desnutrición y ropas desgastadas para explotarlos.
“A veces por ahorrar unos pesos se hace eso (explotación laboral), y desde luego es una injusticia, es un robo. También llamar a que seamos justos”, exhortó el padre a los empleadores.
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No me pagaron y decidí vender tintos
En un coche de bebé con cinco termos repletos de tinto y agua aromática camina a una cuadra de la Plaza de Bolívar de Tunja, Leidi Flores, oriunda del Estado de Lara quien llegó hace un mes a la capital boyacense con el objetivo de mejorar su calidad de vida y prosperar.
Leidi, que tuvo que dejar a su hija, dos nietos, padres y una hermana, cuenta que trabajó una semana en una casa de familia de siete de la mañana a siete de la noche por lo que le retribuyeron 10 mil pesos diarios.
“Te pagan una miseria o te dicen que te van a dar algo más adelante y te ponen a trabajar y trabajar. A mi me pasó con una señora a quien le trabajé una semana completa. Me dijo que me iba a pagar 10 mil pesos diarios que eso era lo que me merecía”, dice.
Dice que algunos empleadores en restaurantes, panaderías, en costura ponen precios por hora en los cuales “te negrean”.
La falta de respeto o xenofobia es alguno de las barreras que ha encontrado para salir adelante. “Aquí me han tildado de prostituta o te proponen cosas duras y te tratan como poca cosa, es duro realmente, pero no son todos”.
Leidi cuenta que cansada de esa situación buscó apoyo de la Iglesia Católica en donde se le dio material o insumos para poner su propio negocio informal. Lo intentó con las empanadas y fracasó, pero no se rindió y se puso a vender tintos.
“No tengo una cocina para las empanadas y con lo poquito que hice compre un termo para vender tintos y ya tengo cinco, de esa forma he sobrevivido”, cuenta sonriendo.
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Giro 30.000 pesos para ayudar a mi familia
Leidi dice que no siempre puede enviar plata a su familia, pero cuando lo hace les manda 30 mil pesos que alcanza para lo básico, es decir alimentación y artículos de higiene.
“Hace una semana mandé 30 mil pesos, sin embargo eso no sirve. Eso son 25 millones de bolívares en Venezuela. Un kilo de arroz te cuesta tres millones, un kilo de carne 10 millones, o sea si te pones hacer cuenta no te alcanza para nada”, explica.
El objetivo de Leidi es seguir trabajando y traer a su familia a Colombia porque es escéptica de que el régimen de Nicolás Maduro termine a corto plazo.
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Salud y situación mental de venezolanos preocupa
Sandra Becerra, trabajadora social de la Pastoral Social de la Arquidiócesis, dijo que las infecciones respiratorias son la mayor pesadilla de los venezolanos por el cambio de clima ya que provienen de ciudades de temperaturas calidas por lo que Tunja y municipios es todo lo contrario con fríos de hasta 5 grados centígrados.
También los problemas estomacales por el cambio de alimentación influyen bastante en el estado de salud de los ciudadanos del hermano país.
“Desnutrición por falta de consumo de alimentos en menores de edad y adultos, pero también alergias. (…) Hay niños que no cumplen con el esquema de vacunación y mujeres en estado de gestación no tienen ningún control prenatal”, explicó Becerra a La W.
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En Tunja hay gente buena
Gilberto Reyes, es estilista, salió desde el Estado Zulia pasó la frontera con Cúcuta caminando y con más de 150 personas emprendieron una caminata de una semana y media, muy dura, hasta la ciudad de Tunja en donde él se quedó, mientras que sus compatriotas continuaron el camino hacia otras ciudades colombianas y a otros países de Sudamérica.
Llegó en chola o cotizas, con los pies hinchados y buscando una oportunidad laboral en donde encontró una peluquería ubicadas muy cerca de la Plaza de Bolívar de Tunja.
“Gracias a la Pastoral, a mi jefe me dio la oportunidad de trabajar y estoy en Tunja desde ahí estoy dándole bola y saliendo adelante yo solo Aquí hay gente buena.