Tecnología

Los drones se multiplican en Brasil y se salen del control de las autoridades

En los últimos siete meses, el número de drones registrados en Brasil saltó en un 154 %, desde 13.256 en julio de 2017 hasta 33.675 en febrero de 2018.

El número de drones en operación en Brasil supera los 50.000. Foto: Getty Images

Los drones, esas pequeñas aeronaves que se han convertido en los nuevos juguetes de miles de brasileños, se multiplicaron vertiginosamente en Brasil en el último semestre, según datos de la Agencia Nacional de Aviación Civil (ANAC), algo para lo que este país parece no estar preparado.

Según la ANAC, en los últimos siete meses el número de drones registrados en Brasil saltó en un 154 %, desde 13.256 en julio de 2017 hasta 33.675 en febrero de 2018.

Sin embargo, expertos del mercado de drones consultados por Efe calculan que el número de aparatos en operación en Brasil superan los 50.000.

Según estos especialistas, en Brasil, un fabricante de drones vende, en promedio cada mes, un millón de dólares, y más del 70 % de estos aparatos son adquiridos para usos recreativos, el resto se usa profesionalmente para mapeamiento agrícola, actividades de monitoreo industrial o policial y rescates, entre otros.

A pesar de que Brasil tiene una legislación detallada para el uso de drones o "RPA" -sigla con la que la legislación brasileña denomina a estas Aeronaves Remotamente Pilotadas-, las autoridades aún no cuentan con una tecnología idónea que les permita identificar y auditar a estos objetos voladores.

Para Manuel Martínez, consultor de drones para Latinoamérica, las autoridades aeronáuticas no tienen el personal ni los equipos que permitan ejercer vigilancia sobre el ingreso y uso de estas aeronaves. En Brasil "no hay radar que coja el vuelo" de estas aeronaves, aseveró.

Y es que muchos países del mundo tienen este aprieto y "no es un problema exclusivo de Brasil", como le aseguró a Efe una fuente de la Fuerza Aérea Brasilera (FAB), por eso, en el país el sistema implementado para identificar drones en vuelo son los radares humanos, cuyas debilidades son aprovechadas por quienes usan los drones para actividades delictivas.

El hecho más reciente ocurrió el jueves de la semana pasada cuando un sargento que se encontraba en una de las torres del presidio regional de Mato Grosso do Sul vio como un dron sobrevolaba las áreas de la penitenciaría.

El policía prendió las alarmas y se logró la captura de tres hombres que, con los drones, ingresaban cargadores de celular al presidio.

Las ocurrencias en aeropuertos también son frecuentes.

En tan solo cuatro meses se han presentado dos incidentes con drones en los aeropuertos internacionales de Sao Paulo y Porto Alegre, hechos que obligaron a las autoridades aeronáuticas brasileñas a frenar las operaciones por varias horas, lo que afectó 43 vuelos que fueron desviados o cancelados.

En los dos casos, los drones fueron avistados por pilotos.

La reglamentación es clara. Según el Departamento de Control del Espacio Aéreo (DECEA), los drones no pueden sobrevolar "áreas de seguridad, como cárceles e instalaciones militares, o sobre infraestructuras críticas, como plantas termoeléctricas o estaciones de distribución de energía".

Lo curioso es que existen equipos especializados para el monitoreo de drones en vuelo que pueden costar entre 15.000 y 20.000 dólares, según dijo a Efe Ulf Bogdawa, CEO de SkyDrones, una empresa de soluciones con RPA para mercados de agricultura y minería, pero las autoridades en Brasil no han querido adoptarlos.

Estas tecnologías, que se han ofrecido de forma gratuita a las autoridades aeronáuticas, "están siendo analizadas", según la aclaración hecha por fuentes de la FAB.

La fiscalización de estas aeronaves, problema que también es recurrente a nivel mundial, es otro asunto que se sale de las manos de las autoridades.

La reglamentación brasileña, desconocida por buena parte de la gente del común, señala que los drones que van ser utilizados profesionalmente deben ser registrados, algo que no es obligatorio para las aeronaves que se usan para recreación.

A eso se suma el ingreso de drones de contrabando por la frontera con Paraguay y las modificaciones artesanales que delincuentes hacen de los equipos para que puedan transportar armas o drogas.

Aunque hoy en día el auge de estas aeronaves está en su pico más alto, tanto Martínez como Bogdawa coinciden en que con el tiempo el mercado recreativo se va a retraer y solo se mantendrán aquellas empresas que desarrollen servicios con drones y que diseñen aplicaciones fuertes, lo que permitirá un mejor control.

Entre tanto, los drones recreativos, profesionales, militares o que estén en manos de delincuentes seguirán su vuelo por los cielos brasileños y serán percibidos por radares de carne y hueso mientras se buscan nuevas tecnologías para su control.