¿Quién gobernará Argelia ante la incapacidad de Bouteflika?
Aunque nadie se atreve a tocar el tema en público, es bien sabido en ese país que el mandatario no está en sus plenas facultades desde que sufrió un derrame cerebral en 2013.
Desestimada de inmediato por la oposición, la sugerencia de inhabilitar al presidente, Abdelaziz Bouteflika, hecha días atrás por el jefe del Ejército, Ahmed Gaïd Salah, incluía una derivada inquietante que quedó en segundo plano.
Implícitamente admitía un secreto a voces que desde hace al menos un lustro sobrevuela la política argelina pero que nadie por miedo se atrevía a discutir en público: que Bouteflika, gravemente enfermo desde que en 2013 sufriera un agudo derrame cerebral, tiene las facultades afectadas y no gobierna ya el país.
Aceptado "el misterio", dos preguntas emergen entonces en un tapete político plagado de tahures, ¿quién o quiénes toman las decisiones en su nombre? ¿y desde cuando y hasta cuando lo pueden hacer?
"Esta cuestión apareció hace tiempo ya en los debates diarios y en los artículos de prensa en los que se utiliza la expresión le pouvoir (el poder) para designar a los que gobiernan", afirma Lahouari Addi, historiador y profesor universitario.
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"A pesar de la vaguedad que el término implica, sabemos que esta expresión alude a un mecanismo de ejercicio de la autoridad del estado en cuyo núcleo se encuentra la jerarquía militar", explica el académico.
Addi defiende que las circunstancias históricas -y en particular la dureza de la guerra de la independencia de Francia (1956-1962)-, obligaron a los argelinos a edificar su estado sobre una base castrense.
Y asegura que en octubre de 1988 "la elite militar dejó pasar la posibilidad de retirarse de la política" y abrir el país a un sistema más moderno, sostenido en la democracia y el estado de derecho.
Al igual que ahora, en aquellos días millones de argelinos, en su mayoría jóvenes, se echaron a las calles para exigir trabajo y protestar contra las políticas de austeridad impuesta por el régimen del general Chadli Bendjedid.
Pero al contrario de estos días, la intervención de las fuerzas de Seguridad y la agresividad de los manifestantes desataron una semana de violencia en la que murieron medio millar de personas y más de mil resultaron heridas.
Apenas un año después, las urnas certificaron la victoria del Frente Islámico de Salvación (FIS) y el fin del dominio del Frente de Liberación Nacional (FLN), el partido bendecido por los militares en 1962, un resultado que la cúpula militar anuló.
"Como sustituto de la soberanía popular, la jerarquía militar no declara formalmente que es la fuente de poder por encima del electorado. Pero todos saben que son ellos los que designan al presidente", insiste Addi.
En 2013, sacudido por el derrame cerebral de un entonces ya muy enfermo Bouteflika, la elite militar y el círculo de empresarios y de políticos que parasitan en torno a la familia, dejaron pasar una segunda oportunidad.
Plenos de poder, retorcieron la Constitución, le declararon apto para la reelección y permitieron que ganara con un 81 por ciento de apoyos pese a no participar en la campaña electoral y entre múltiples denuncias de fraude.
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"El Ejército se ha acostumbrado a esta excepcionalidad. Argelia fue siempre un país con una gran proyección exterior, de la mano del propio Bouteflika, y desde hace años tiene un presidente que no viaja al extranjero y que apenas recibe ya a otros jefes de Estado", explica a Efe un diplomático europeo destinado en Argel.
"Hace un año pensaron que podían hacer lo mismo, que si había funcionado en 2014 podían lograr que fuera reelegido para un quinto mandato. Pero todo ha estallado", argumenta.
Estalló el 22 de febrero, con miles de jóvenes protestando en las calles contra la decisión del círculo de poder de presentar la candidatura de Bouteflika a las presidenciales previstas para el 18 de abril.
Y cuajó el viernes siguiente, con millones más exigiendo la caída del mandatario y en particular de ese "pouvoir" al que recriminan la corrupción y responsabilizan de la grave crisis económica y social que padece el país.
Desde entonces, el círculo de poder ha intentado en dos ocasiones imponer una solución que le concediera la posibilidad de tutelar una transición que se ha convertido en inevitable.
El 11 de marzo, un día después del retorno del mandatario a Argel tras dos semanas ingresado en un hospital de Suiza, se emitió un decreto presidencial en el que el mandatario renunciaba a la candidatura, se posponían los comicios y se entregaba el gobierno transitorio al ministro de Interior, Nouredin Bedaui.
En un síntoma de debilidad, esta misma semana Gaïd Salah propuso la aplicación del artículo que inhabilita al presidente, al que siempre se opuso, en un nuevo intento por mantener el control de la transición.
La inhabilitación concedería la tutela al presidente del Senado, Abdelkader Bensalah, otro de los hombres fuertes de un círculo que parece comenzar a desmoronarse.
"Compuesto por jóvenes generales, la jerarquía militar debe responder a la exigencia de cambio expresada por millones de ciudadanos", concluye Addi, para quien el Ejército no dejará de ser la pieza fundamental del Estado.
"No debe cometer los errores fatales que la jerarquía cometió en el pasado, cuando participó en cuatro golpes de estado, la muerte de un presidente y la renuncia de otros dos. Los jóvenes generales deben estar a la altura de lo que le exige la historia", advierte.