Madre de Ramsés Vargas arremete contra ministra de Educación en su carta de renuncia
Asegura que tres consanguíneos de Yaneth Giha son contratistas y se han beneficiado de los recursos de la Universidad Autónoma del Caribe.
Sonia Lamadrid presentó su renuncia ante la Sala General de la Universidad del Caribe. Mediante una carta, realizó graves acusaciones a la actual ministra de Educación, Yaneth Giha. En el documento, Giha es señalada de que allegados suyos se habrían beneficiado con dineros de la Universidad.
“No, señora ministra, no les va alcanzar. A usted no la van a ratificar, usted es un problema para cualquier Gobierno, más allá de su reconocida impericia, no va querer exponerse usted al escarnio de reconocer públicamente al país que tres consanguíneos suyos son contratistas y se han beneficiado de los recursos de la Universidad Autónoma del Caribe que hoy usted investiga. Ya nos ocuparemos de esto el ocho de Agosto.”
También asegura que el Ministerio ha sido cómplice de haber guardado silencio, aun cuando sabían con anterioridad la situación de corrupción que vivía, según Lamadrid, en periodos anteriores al de la administración de su hijo Ramsés Vargas.
“Revisando toda la contratación y los comprobantes de egreso del 2008 al 2012, lo menos que puede inducirse es la patética incompetencia e inclusive, complicidad del Estado al haber guardado silencio cuando una pandilla de argentinos, junto con un arquitecto y un estadístico, desfalcaron la universidad por casi diez años. En buena hora para la institución y para la justicia, son tan delicados los hallazgos encontrados por nuestros abogados y peritos forenses que la gran mayoría de los hechos punibles de la época no han prescrito”.
La W Radio se comunicó con el Ministerio de Educación y aseguró que no se tenía conocimiento frete a esta acusación.
Carta:
Señores
Sala General
Universidad Autónoma del Caribe
Ciudad
Por medio de la presente presento renuncia irrevocable a ese órgano colegiado. No obstante saber que esta sesión como muchas otras es flagrantemente ilegal y antiestatutaria, igual mi renuncia espero sea leída públicamente y no desaparecida de los archivos de la universidad como pareciera ser la nueva “buena práctica” en la institución.
El sano interés que me motivara en el 2016 a ocupar esta dignidad, hoy es irrealizable ante una gestión de un órgano de gobierno embelesada en avaricia, odios y rencores. Esa no es la Autónoma que he vivido por 50 años, y esa no es la Autónoma donde deseo tener ningún tipo de incidencia.
Este momento que vive la Autónoma es un oportuno recorderis de las distintas facetas del carácter del ser humano. Como no evocar al que fuera hasta hace pocas semanas rector, quien con valentía, audacia, inteligencia y jornadas laborales interminables logró no solamente posicionar la universidad en espacios antes impensables, sino que la pericia de su gestión la combinó con un tono de elegancia y generosidad con los funcionarios de la universidad que permitió la promoción, el sustento económico y la defensa judicial de muchos, varios de ellos sentados en esa Sala.
Ese mismo Rector - con mayúscula - nos dijo en febrero, en la Sesión en la que fruto del constreñimiento del gobierno y las amenazas y agresividad aleve de distintos sectores de la universidad se vio obligado a presentar su renuncia, con el fino y agudo humor que le caracteriza nos decía que había personas con síntomas de Alzheimer temprano en la Sala General. Creo que se equivocó el señor rector en su momento, no es un problema de Alzheimer precoz, es simplemente las manifestaciones de la cara más oscura y baja del ser humano, la traición y el desagradecimiento.
Muchos de los que hoy escuchan esta carta, farisaicamente se rasgan las vestiduras y pretenden acallar sus conciencias persiguiendo y calumniando al rector que literalmente los alimentó por cinco años. Si entre sus múltiples aciertos y logros para la Autónoma cometió algún error, él tiene el valor civil, la juventud, la inteligencia y la virilidad para asumirlo, no saldrá a esconderse en dignidades de oropel, ni en la banalidad de cargos que en la mayoría de ocasiones son tan volátiles como inmerecidos.
Con inspectora in situ y no sé cuántos funcionarios más viaticando todas las semanas, el gobierno guarda silencio ante los atropellos, acoso y despidos de los allegados a la familia Vargas. Pero igual, a nadie sorprende la incompetencia supina de los funcionarios y contratistas del gobierno nacional, esos mismos profesionales de clase media para quienes Julio Sánchez es su “faro ideológico”, y que solo descubrieron que existía la Autónoma cuando este personaje decidió cebarse sobre la misma. Funcionarios y contratistas de cuarta categoría que ya habrán de estar repartiendo hojas de vida, porque eso sí, den por descontado que hace meses trabajamos activamente para que no haya un senador o representante de las Comisiones Sextas de Senado y Cámara que no conozca de su mediocridad. Y ni que decir de la ministra de las vías de hecho, esa proclive a firmar resoluciones ilegales e inconstitucionales, quien a esta hora hará cuentas alegres con la improbable elección del candidato que representa el clientelismo y la incompetencia de este gobierno; no señora ministra, no les va alcanzar, a usted no la van a ratificar, usted es un problema para cualquier gobierno, más allá de su reconocida impericia, no va querer exponerse usted al escarnio de reconocer públicamente al país que tres consanguíneos suyos son contratistas y se han beneficiado de los recursos de la Universidad Autónoma del Caribe que hoy usted investiga. Ya nos ocuparemos de esto el ocho de Agosto.
Revisando toda la contratación y los comprobantes de egreso del 2008 al 2012, lo menos que puede inducirse es la patética incompetencia e inclusive, complicidad del Estado al haber guardado silencio cuando una pandilla de argentinos, junto con un arquitecto y un estadístico defalcaron la universidad por casi diez años. En buena hora para la institución y para la justicia, son tan delicados los hallazgos encontrados por nuestros abogados y peritos forenses que la gran mayoría de los hechos punibles de la época no han prescrito.
Sobra decir que mi renuncia no es grata, por el contrario, es melancólica. Pero, como no sentir dolor cuando te muerden la mano; como no sentir tristeza cuando la que se perfilaba apenas hace un año como un icono académico del país, hoy es un bien mostrenco, casa de nadie, movida por odios y rencores incubados por décadas de frustración más propias de un relato Kafquiano que del devenir de una universidad. Como no sufrir al ver que los que hasta ayer se ufanaban de amigos, cayendo inclusive en el servilismo, hoy vemos que ni los títulos académicos - muchos de ellos patrocinados por nosotros- les alcanzaron para superar su intrínseca poquedad, lo que los pone hoy en su real dimensión humana haciendo gavilla con una turba de frustrados, perdedores de la vida, que para saciar la hambruna de poder que por razones históricas y sociales nunca han conocido, hoy se disputan como aves de rapiña las vísceras de una institución que estaba para grandes cosas, pero que hoy le han caído todas las pestes. Una institución en la que cualquier médico legista puede certificar que su máximo órgano de gobierno es presidido por una persona clínicamente inimputable, y donde el caos y la debilidad propios de su desgobierno la han convertido en el nuevo botín electoral del sindicalismo clientelista y la clase política local. Lo anterior no nos lleva sino a concluir que esta Autónoma a la que con honor y frente en alto la familia Vargas le ha dado tanto trabajo, respeto, altura y logros, hoy su falta de visión e improvisaciones la abocan a una intervención total, que es de anticipar será un fracaso también.
De esta forma la Autónoma que hasta hace unos meses estaba ad portas de acreditarse, quedará registrada en los anales de la historia no solo como un paradigma de impericia de sus directivos en momentos de crisis, sino como un fracaso más del gobierno Santos.
Solo el tiempo dirá quien tenía la razón, quienes fueron los oportunistas de turno, y quienes fueron los enterradores de la universidad que hasta hace poco podía decir erguida “hoy somos más calidad”; ya no más.
Cordialmente,
Sonia Lamadrid de Vargas